Los ayacuchos by Benito Pérez Galdós

Los ayacuchos by Benito Pérez Galdós

autor:Benito Pérez Galdós [Pérez Galdós, Benito]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1900-01-01T05:00:00+00:00


- XVIII -

Del mismo a la misma

La Bastida, Junio.

Instome el cura para que a cenar le acompañase, y accedí gustoso por platicar con él, y prevenirme de cuantos datos y advertencias pudiera darme el buen señor referentes a su sobrino, cuya captura mi caballerosidad emprendía. ¡Triste de mí! Mientras cenábamos, los elogios que el clérigo hacía de mi resolución, del sacrificio momentáneo de mi felicidad, no disiparon las nieblas que envolvían mi alma. Apagado el entusiasmo que la presencia de mi mujer despertaba en mí, se me oscurecía la confianza, y un desconsuelo intensísimo se me posaba en el corazón. ¡Qué pena, qué amargura! Con Demetria sí que emprendería yo las más audaces aventuras y daría terribles batallas para destruir el mal humano: lejos de ella era cobarde, perezoso y egoísta.

Pero ya no había más remedio que sostener la palabra y el papel, y afianzarme bien en mi pobre cabeza el yelmo de Mambrino para que no se me cayese. Diome D. Matías referencias de Ibero, que retuve en mi memoria, como utilísimo conocimiento de las posiciones del enemigo. Las últimas noticias eran que Santiago estaba en Madrid, haciendo vida solitaria, apartado de amigos y sin compañía de mujeres, dato este último en extremo satisfactorio, porque ya no tenía yo que batirme con los dragones más espantables. También había escrito a Don Matías un su amigo, coadjutor en San Millán, que el ángel negro hacía vida devota tirando a penitente; que las horas muertas se pasaba en la Latina, en Nuestra Señora de Gracia o en San Andrés, engolfado en rezos y ejercicios espirituales de grandísima edificación. Numerosas eran las personas que le habían observado en esta laudable faena, y no pocas las que podían dar fe de su flamante religiosidad por haberle oído explanar, en círculos de sacristía, enrevesados puntos teológicos. Francamente, esta inopinada conversión de mi amigo no me hacía maldita gracia, ni era lo más lisonjero para la empresa a que con tanta bravura me lanzaba yo. Si por artes del demonio, digamos más propiamente por inspiración del Cielo, el hombre se arrojaba en brazos de Dios, ¿qué podía yo contra encantador tan formidable? ¡Pues digo, si cuando lograse ponerle la mano encima, me encontraba con que había cantado misa, valiente negocio hacíamos! ¡Pobre Gracia, triste de mí, si lanzándome a la caballería por cazar un marido, cazaba un sacerdote!…

Del dinero que llevaba di algunas onzas a D. Matías para repartir entre los pobres de aquel lugar, y atender a necesidades de la parroquia, y luego porción bastante para un encarguillo con el cual asegurar quería la comunicación con mi amada esposa. El buen párroco me agradeció mucho, así la limosna como la confianza, y prometió servirme de cabezas, ¡caramelos!, lo mismo que si yo fuera su padre. Fue mi principal cuidado advertir al cura que en cuanto ocurriese alguna novedad grave, digna de mi conocimiento, despachase un propio a Madrid, a mi costa, sin reparar en precio de la caballería ni en gastos de viaje. Dile



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.